martes, 16 de octubre de 2012

Prólogo - Sira (Saga Blood Academy 1)

9 de Agosto de 1941, Mansión Dainelli, Los Ángeles 
Alexei entró corriendo en el salón, huyendo de su padre que lo perseguía. Jugar al escondite cada mañana se había convertido en una tradición para la Familia Dainelli.

Mientras corría, vio a su madre con su enorme barriga. Estaba sentada en el sofá, mientras sostenía un vaso de sangre con una pajita para poder beber más cómodamente.

Recordó cuanto se había asustado al ver como aumentaba su barriga hasta parecer un balón de baloncesto. Más tarde, le explicaron que ahí dentro estaba durmiendo su hermanita y ese mismo día fue a la guardería alardeando sobre ella. Sus compañeros de clase se habían burlado de él por querer tener una hermana en vez de un hermano, pero a él no le importó. Le gustaba la idea de tener una hermanita de la que cuidar. Él ya era un hombre, tenia dos años, y era su deber de hermano mayor cuidarla y protegerla de los que quisieran hacerle daño.
Se sentó al lado de su madre y apoyó la cabeza en su barriga para escuchar a su hermana.

Sintió como daba una patada y rió mientras levantaba la mirada hacía su madre. Estaba pálida y con los muy ojos abiertos.
Su padre se acercó rápidamente a ella con cara de preocupación.
—¿Que pasa cariño?
—Ya llega —respondió ella entre jadeos.
Su padre le gritó al mayordomo que llamara a un médico mientras se arrodillaba junto a su esposa y hacia sonidos raros con la boca, a la vez que le pedía que respirara. La levantó y se la llevo hacía el dormitorio para depositarla en la cama. Minutos más tarde, llegaron varios hombres vestidos de blanco y cargados con maletines. Su padre, que había estado pendiente de su madre, dejó que ellos la atendieran y se giró hacia él.

—Vamos Alex, tenemos que salir de la habitación para que ellos ayuden a salir a tu hermanita —le dijo, mientras lo cogía en brazos llevándoselo de allí.
Alexei quería protestar porque no quería que lo sostuvieran en brazos, pero en vez de eso empezó a aplaudir, contento de saber que por fin la conocería.
Su padre lo llevó a su habitación para que se entretuviera jugando. Tras dejarlo a cargo de su niñera, salió para ver como iba el parto, no sin antes prometerle que sería el primero en enterarse del nacimiento de su hermana.
Pasó toda el día esperando que lo llevaran a conocer a su hermana, pero todos le decían que todavía no había nacido.
Horas después, mientras bebía una botella de sangre AB+, vio entrar a su padre.
Alexei dejó a un lado la botella y lo miró esperanzado. Este se acercó a él mientras reía, lo levantó en brazos y comenzó a girar con él.
—¡Es la cosita más hermosa que he visto! —dijo mientras lo apretaba contra su pecho.
—Papá ¿Puedo verla? —quiso saber entusiasmado.
Cort Dainelli miró a su hijo y soltó una carcajada al ver el contraste que hacía su sonrisa, con sus pequeños colmillos manchados de sangre.
Miró a la niñera e hizo un gesto de asentimiento demostrando su gratitud por cuidar de su hijo.
Después volvió a fijar su mirada en Alexei, que esperaba una respuesta.
—Vamos —lo dejó en el suelo y lo cogió de la mano—, es hora de que conozcas a tu hermana.
Unos minutos después su padre se paró ante la puerta del dormitorio de su madre. Tocó suavemente la puerta y tras esperar unos segundos, entraron.

Vio a su madre sobre la cama muy quieta. Parecía estar dormitando. Su padre le hizo una señal para que no hiciera ruido y le señalo hacía la pequeña cuna que había a la derecha de la habitación. Su mirada se posó en ella al instante. Se acercó hacía allí pero se dio cuenta de que la cuna era demasiado alta para él. Miró a su alrededor en busca de algo en lo que subirse y vio una silla. La acercó a la cuna y se encaramó encima de ella.

Esa fue la primera vez que la vio. Su padre tenía razón, era el bebé más bonito que había visto. Estaba sonrosadita, tenía los mofletes regordetes y unos ojos enormes que lo miraban fijamente. Se quedó maravillado al darse cuenta de que eran de un precioso color violeta.
No tenia pelo pero su padre ya le había explicado que cuando naciera no lo tendría. De todos modos supo que seria rubia.
Vio como meneaba su pequeña manita hacía él y quiso tocarla.
—¿Puedo? —preguntó sin apartar su mirada de ella.
Escuchó como él le preguntaba a la enfermera y mientras los escuchaba se dio cuenta que no sabía el nombre de su hermana.
—¿Cómo se llama?
Su padre se giró hacía él.
—Sira —le respondió— Sira Dainelli.

Le gustó el nombre. Era bonito y poco común. Perfecto para su hermana.
Un momento después la enfermera lo llevó al baño para que se lavara las manos con jabón y después hizo que se pusiera unos guantes para evitar alguna infección al bebé.

Cuando al fin estuvo a su lado, se subió de nuevo a la silla y se acercó quedando a milímetros de ella, observándola atentamente. Ella volvió a estirar el brazo en su dirección así que Alex también acercó su mano. Sira inmediatamente le cogió el dedo y comenzó a reír.
Alexei se quedó fascinado al escuchar su risa. Era la primera vez que escuchaba reír a un bebé.

En ese momento ella soltó su dedo y estiró su pequeña manita hacía su cara. Alex contuvo el aliento al sentir como sus minúsculos dedos rozaban su mejilla.
Recorrió toda su cara, acariciando su barbilla, mejillas, nariz y demás zonas que despertaron su curiosidad.
Cuando ya hubo quedado satisfecha comenzó a reír de nuevo. A Alexei se le aceleró el corazón al pensar que era el primero que la hacía reír. Se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla, consiguiendo que riera todavía más fuerte.
Cuando se apartó, la miró directamente a los ojos. Sira, como si supiera que iba a decirle algo importante dejó de reír y se puso todo lo seria que podía ponerse una recién nacida.
—Te quiero mucho Sira. Y siempre te voy a cuidar —le prometió el niño mientras le besaba la frente.

17 de Septiembre de 1944
Desde las sombras seis pares de ojos observaban a los pequeños Dainelli jugar en el parque más cercano a su casa.
A su alrededor solo tenían dos guardaespaldas y la niñera. Sería demasiado fácil. Después de tanto tiempo planeándolo, habían esperado algo más de acción.

Se centraron en su principal objetivo. La pequeña Dainelli de tres años de edad, se retorcía y reía mientras su hermano le hacía cosquillas.
Resultaba casi enternecedor. Una lástima que solo les quedaran algunos segundos de felicidad. Había llegado el momento de pasar a la acción.

*****
Alexei notó un movimiento a su espalda y se giró para ver como cuatro individuos se lanzaban contra sus dos guardaespaldas. Estos eran fuertes y les dieron batalla aun estando en inferioridad numérica.

Su atención se desvió de la pelea al sentir a su hermana retorcerse y comenzar a sollozar mientras observaba algo completamente aterrada. Siguió su mirada y vio como uno de ellos golpeaba a su niñera hasta dejarla inconsciente. Cuando terminó levanto la mirada y la fijó en ellos.

Alex se levantó, protegiendo a su hermana con su cuerpo, al ver como él monstruo posaba su codiciosa mirada en ella.
Sira no dejaba de llorar. Se abrazó a él fuertemente.
—Alex tengo miedo —dijo entre sollozos.
El niño le acarició el pelo de forma tranquilizadora, mientras la apretaba contra sí.
—No te preocupes Sira. Ya te lo dije, siempre cuidaré de ti —le prometió una vez más, mientras besaba su melena dorada.
No se dio cuenta de que por detrás venía otro y cuando notó su presencia ya fue demasiado tarde. Notó como algo le golpeaba la cabeza, haciéndole caer al suelo y dejándole en un estado de semi-inconciencia que le permitía escuchar los sollozos y gritos de Sira pero lo incapacitaba para cualquier movimiento.
—¡Alex!
Él gritó lastimero de su hermana fue lo último que escuchó antes de perder la consciencia por completo.
Cuando sus padres y los Guardias Reales lo encontraron inconsciente en el parque, no había ni rastro de Sira.

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